El baloncesto, una gran lección de vida
Por: José Manolo Alvarez
www.manolo.net
Fecha:
lunes, 11 de abril de 2016
Sin dudas, guardo muy bonitos recuerdos de mi niñéz, y como me pasaba horas largas dribleando mi bola de baloncesto. Fueron largos veranos que me la pasé en una pequeña cancha que tenía en el patio de casa. Mi papá me puso un canasto, y me la pasaba jugando solo todo el día. Practicaba mucho el tiro de tabla con piquete, para encestar la bola. Y esperaba siempre mi cumpleaños, ya que el regalo que siempre pedía era una bola de baloncesto nueva.
Y ni hablar de cada vez que jugaba la Selección Nacional de Baloncesto de Puerto Rico, me encantaba sentarme frente al televisor en la sala de casa, a escuchar los juegos narrados como todo un poema deportivo por don Manuel Rivera Morales. Hasta ahora, mi historia debe ser muy similar a la de cualquier jóven en los años ochenta en Puerto Rico. En mi caso, hay que Añadirle una característica más, que yo soy una persona ciega.
En la comunidad donde viví cuando niño, celebraban torneos de baloncesto entre los vecinos, y aunque iba y estaba en algún equipo, nunca me pusieron a jugar por que era ciego, y siempre estuve en el banco como espectador. Y aunque disfruté de socializar con los otros niños, siempre quise entrar a cancha y jugar. Y no fué hasta cuando era estudiante universitario, que viví mi gran experiencia como baloncelista.
Una vez se celebró en Puerto Rico, un torneo de baloncesto callejero trés pa' trés, llamado "Hoo It Up". El mismo consistía en ubicar decenas de canastos en medias canchas por todo el estacionamiento del Coliseo Roberto Clemente. La inscripción a ese tipo de torneo era abierta para los fiebrús del baloncesto de todo Puerto Rico.
Yo hablé con varios amigos ciegos y con baja visión de la universidad, y les presenté la idea de hacer un equipo y jugar. Necesitábamos tener cuatro jugadores inscritos, ya que jugaban tres a la vez. Al principio, ellos me dijeron que esa idea les parecía un poco descabellada, ya que íbamos a jugar contra personas que veían. Yo les dije que ya había hablado con los organizadores, y que nos íban a considerar por ser algunos ciegos y otros con baja visión en nuestro equipo.
Entonces, ellos si se decidieron a jugar. Claro está, yo no había hablado con nadie, solamente quería jugar y divertirnos. Yo confiaba tanto en mis destrezas de driblear y tirar al canasto por tantos años en el patio de casa, que era el momento de ir por un reto mayor. Dentro de mi sentía que nos iba a ir bien, estaba muy entusiasmado.
Lo primero que hicímos fué inscribirnos en una tienda de zapatillas deportivas llamada "Foot Locker" en el Paseo de Diego, en el pueblo de Río Piedras. Luego, cada uno de nosotros, puso tres dólares, y fuímos hasta la tienda Deportes Torregrosa, justo al lado de la Escuela Vilamayo de camino a la UPR, y mandamos a hacernos unas camisetas como nuestro uniforme.
Me acuerdo que nuestra colecta solamente nos alcanzó para comprar unas camisas que le habían quedado de una orden incompleta. Eran de color blancas y el número color rojo en la parte de atrás, y no tenían nada en la parte de alfrente. Quedaban justo cuatro, y los números eran regados. A mi me tocó el número ocho. Yo hubiése querido tener el número 15, que era el que usaba mi jugador favorito y que siempre seguía, Mario 'Quijote' Morales, de los Mets de Guaynabo en la liga de baloncesto de Puerto Rico.
Luego, organicé unas prácticas durante las semanas antes del torneo. Ibamos a practicar en las canchas detrás de la residencia de mujeres dentro del campus de la UPR. Practicamos todas las tardes, yo enfatizaba en lograr meter tiros a distancia. Yo tenía dos jugadas establecidas en nuestro sistema de juego, la primera, que me la pasaran a mi, y yo la tiraba. La segunda, y solamente cuando la primera no fuera posible, que Néstor o Noel, que tenían baja visión y les gustaba practicar baloncesto, la tiraran, si estaban solos. Nuestro otro compañero de equipo, Joel, hermano de Noel, realmente ffué solidario con nosotros, ya que no era muy diestro en el basket.
Finalmente, llegó el gran día. El sábado, 3 de septiembre de 1994. Nos encontramos todos frente a la residencia de varones fuera de la UPR, a las siete de la mañana, y nos fuímos en guagua de la AMA, la 39 hasta bajarnos frente al coliseo en la Avenida Roosvelt. Durante el camino, íbamos cantando salsa, y deseosos de que llegara nuestra aventura baloncelística.
Llegamos a la mesa de registro, nos entregaron una camiseta T-Shirt con con los auspiciadores del torneo. Pero no la usamos, ya teníamos puesto nuestro uniforme. Nuestro equipo lo inscribimos como el "Drink Team", bueno, estaba de moda el "Dream Team" de jugadores estrellas de la NBA, pero nosotros disfrutábamos ir todos los jueves en la noche a darnos unas cervezas cerca de la avenida universidad. Así que nuestro nombre resultó ser el más apropiado.
Fuímos a la cancha número 10, ahí era nuestro primer juego. Teníamos que estar justo a las 9:00 am, y allí llegamos puntuales. Todavía recuerdo cuando el juego comenzó, Había un árbitro que también llebaba el score del juego. Las reglas eran sencillas, cada canasto valía un punto, y el que primero llegara a 15, ganaba. Otra cosa, el que metía el canasto, volvía a sacar la bola.
Los jugadores del otro equipo, nos jugaron duro desde el principio, no tuvieron nada de pena ni consideración de que nosotros éramos ciegos. Y eso a mi me gustaba, que nos trataran como a cualquier otro equipo. Muy pronto ellos tomaron una ventaja en el juego. Sin embargo, nosotros fuímos calentando poco a poco. Nuestro sistema era sencillo, pasarme la bola, yo dribleaba, y la tiraba como primera opción. Todavía me puedo acordar de mi primer canasto, fué una 'jumpa' que tiré justo cuando Néstor me dió la bola al sacar. Realmente, yo me acuerdo de todos los canastos y jugadas que hicímos, para mi, yo estaba cumpliendo mi sueño de jugar en un torneo.
Claro está, estábamos jugando en gran desventaja, pero yo tenía ese deseo y determinación de jugar y competir. El primer juego lo perdímos abiertamente, pero yo no estaba desanimado, todo lo contrario, estaba seguro que en el próximo juego, íbamos a hacerlo mejor. Todavía nos quedaba un juego más, ya que la eliminación en la primera ronda, era doble.
Llegó la hora del segundo juego, e igualmente allí estuvímos puntualmente. Pero que gran sorpresa, el otro equipo tardó más de 15 minutos en llegar, así que las reglas eran claras, nos correspondía ganar por descalificación. Yo de inmediato le dejé saber al árbitro, el me decía que le diera unos minutos más, y yo le exigí que tenía que certificar nuestra victoria. En eso llegó el otro equipo, y su capitán fué a hablar conmigo, me dijo que se habían perdido entre tantas canchas, y que total, sólo habían llegado unos minutos tarde. El árbitro me indicó que si yo estaba de acuerdo, podíamos hacer el juego. Pero de ninguna manera, yo me mantuve en que ya era demasiado de tarde, le dije que yo era ciego, y llegué temprano, que no tuve problemas en encontrar la cancha y estaba en el mismo revolú de gente. Ellos insistieron, recuedo que me decían que los juegos se ganaban en la cancha, y yo les respondí que las reglas son las reglas.
Así que nuestro récord ya era de 1 ganado y 1 perdido. Por lo que pasamos a la segunda ronda de por la tarde. Wow! ya estamos en segunda ronda, nosotros estábamos muy contentos. Ahora la eliminación era sencilla.
Llegó nuestro tercer juego, y esta vez, nos tocó con un equipo que estaba invicto, y sus jugadores eran todavía de mayor nivel de juego. Nada de eso importaba para mi, eso me motivaba todavía más. El capitán del otro equipo se me acercó, y al vernos practicar, y que éramos ciegos y con baja visión, me dijo de forma de burla, que esto iba a ser un abuso para ellos, que el no podía entender como nosotros estábamos jugando en segunda ronda. Entonces, riéndose y en total menosprecio, nos hizo un reto a que afináramos nuestra puntería, por que el nos tenía pena, y estaba seguro que jugándonos en zona, nos iban a ganar fácilmente. Yo le contesté que estuvieran preparados, por que nosotros íbamos a jugar duro.
Comenzó el juego, y ellos nos sacaron una ventaja de 7 a 0. Eran muy talentosos, rápidos y hacían muchos pases. Yo les decía a mis compañeros de equipo, que siguiéramos tratando, ya que todavía no habiámos podido tener la bola. Yo noté que ellos estaban muy relajados y confiados, entonces, ellos empezaron a hacer jugadas de fantasía, uno de ellos intentó un tiro de espalda, lo falló y la bola salió fuera de las líneas.
Así que finalmente, teníamos nuestra gran oportunidad. Era ahora o nunca. Me acuerdo Noel sacó la bola dándomela en la mano, yo me moví y tiré mi 'jumpa' por encima de su defensa de zona, mientras ellos me gritaban "tírala, tírala, que la vas a fallar", pero yo escuché el sonido de la malla, así que ya libramos la coca, teníamos nuestro piemer punto. Escuché a los jugadores del otro equipo que se reían y decían "Que chivo ese canasto", Y así siguió el juego, yo metí varios canastos, y Noel y Néstor también encestaron un tiro al canasto cada uno, Y nos pusimos 7 a 5. Todavía ellos, aunque sorprendidos que pudiéramos meter la bola, estaban totalmente sobre confiados y no nos tomaban en serio. Luego vino otro avance de ellos, y el juego se puso 13 a 5.
Pero, tuvímos otra oportunidad, de tener la bola. Y volvímos a repetirles la dosis, para mi era como una práctica de tiro, era lo que había hecho toda mi vida, tirar de frente al canasto. Era increíble la confianza que teníamos en nosotros. Nos pusímos 13 a 11, y ellos entonces comenzaron a gardear hombre a hombre. Escuchaba al capitán de ellos gritar desesperado "preséalo, no lo dejes". Por lo que hasta ahí llegó su zona, ¡se la rompímos!
La próxima jugada, ha sido para mi, uno de los mejores momentos de mi vida. Volvímos a sacar, yo tenía la bola dribleando, y vino personalmente el capitán de ellos a gardearme, el comenzó a hablarme para tratar de intimidarme, yo me viré, me pasé la bola entre las piernas, y giré y seguí con mi penetración, lo dejé atrás y tiré por al lado de la tabla la bola con piquete. Y Wow! Estabámos ahora perdiendo por un punto. Recuerdo que ellos pararon el juego, y vinieron incrédulos donde mi a felicitarme por ese tremendo canasto. Yo, me di el "gustazo" de preguntarle a su capitán si estaba bien, por que estaba seguro que le había "doblado los tobillos" con mi "crossover". Además, aproveché para tamnién hacerles un reto, que se pusieran unas bendas que tenía en mi mochila, se vendaran sus ojos y termináramos el juego en igualdad de condiciones. Su silencio lo dijo todo, contrario a nosotros, ellos no estuvieron dispuestos a aceptar nuestro reto.
Entonces, ellos pidieron tiempo, y yo escuchaba al capitán muy molesto, gritarles que tenían que quitarme la bola, que me salieran a gardear doble a mi, que era imposible que ellos fueran a perder ese juego. Yo les dije a mis muchachos que ya se había acabado el abuso, que estábamos en plena competencia, que el otro equipo ya nos había tomado en serio. Llegó la próxima jugada, yo tenía la bola, pero me salieron a gardear dos encima de mi. Escuché la voz de Joel a mi derecha, y le hice un pase a esa área. El agarró la bola, yo le gritaba que me la volviera a dar en la mano, entonces, mientras yo me movía, escuché cuando el hizo un intento al canasto, pero la bola dió en la parte superior de la tabla, y se fué fuera de las líneas.
Ellos aunque ahora tensos, sacaron y hicieron dos puntos corridos contra nuestra intensa defensa, y ganaron 15 a 12. Le emprcé a reclamar a Joel le pregunté por que había tirado la bola. El me contestó que estaba totalmente solo, que yo estaba muy gardeado, y que el no había tirado una bola en todo el día.
Entonces, los jugadores del otro equipo, vinieron donde nosotros, pero ahora con una actitud muy distinta, y nos dijeron que estuvímos bien cerca de ganarles, que ellos no pensaron que el juego iba a ser tan cerrado y competitivo. Recuerdo que su capitán, se me acercó, me dió un apretón de mano y me dijo "tremendo juego campeón". Por una parte, yo estaba molesto, por que como competidor, sabía que estuvímos muy cerca, pero a la vez, estaba felíz de haber vivido tan maravillosa experiencia, que había estado esperando por años. Ese momento, fué muy significativo para mi, ya que me enseñó lo relativo que resulta ganar o perder. Nos reunimos como equipo en el medio de la cancha, pusimos nuestras manos una encima de la otra, y las subimos gritando "¡Drind Team Ahí!".
Hoy, sobre 20 años después, disfruto en hablar con mi hija de 10 años, quien es literalmente la luz de mis ojos, y contarle cada jugada que tuvímos durante aquel torneo. Y más que nada, pasarle la enseñanza de lo orgulloso que todavía me siento por todo lo que logramos en ese día. Que a pesar de la gran desventaja, logramos no solo jugar, si no ser competitivos. Aquel día, salimos de esa cancha con la frente en alto y la experiencia de ganarnos el respeto de nuestros adversarios, y demostrar que si creemos en nuestros sueños, con determinación, paciencia y perseverancia en la vida, los podemos hacer realidad.
José Manolo Alvarez, es un programador de computadoras ciego, que ha desarrollado apps, video juegos y software educativos que han sido utilizados por personas ciegas en Puerto Rico y a nivel internacional. Es el creador del Portal Manolo.Net, que desde 1996, comparte conocimientos tecnológicos a personas ciegas en el idioma Español. Igualmente, es el Presidente de la Fundación Manolo.Net. Su fundación promueve el aprendizaje de destrezas de programación y creación de apps por estudiantes de educación especial. Además, es profesor de educación especial y tecnología en la Facultad de Educación de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras.